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Illustración de Ellena Ekarahendy

Los últimos cambios registrados en las plataformas de los gigantes tecnológicos X y Meta – concretamente, el hecho de haber dejado de asumir la responsabilidad de moderar la desinformación – ya han tenido un impacto negativo en los entornos en línea de algunas regiones del mundo. Eso piensan los miembros de APC con los que conversamos sobre cómo han afectado su trabajo los cambios en la gobernanza de estas dos empresas de redes sociales. Hablamos también sobre algo más importante aún: lo que piensan que deberían hacer las organizaciones de la sociedad civil al respecto.

“Los cambios han tenido repercusiones negativas tangibles en nuestro trabajo y en las comunidades a las que apoyamos”, afirmó Catalina Balla de Derechos Digitales, organización con sede en Chile que trabaja en toda América Latina. “El desmantelamiento de los mecanismos básicos de rendición de cuentas, como la verificación de la información por parte de terceros, ha facilitado la propagación de la desinformación. Esto es particularmente cierto durante períodos electorales o en momentos de crisis política en la región”, afirmó.

Con la reducción del equipo de moderación de X y la disolución de su Consejo de Confianza y Seguridad, que brindaba pericia y orientación sobre seguridad en línea, y dado que Meta no apoya más la verificación independiente de la información para Facebook e Instagram, las plataformas han impuesto una carga aún mayor a activistas y periodistas para contrarrestar el discurso de odio y la desinformación. Ahora ofrecen aún menos apoyo estructural y hay pocos canales disponibles para involucrarlos. Esto significa que la comunidad de periodistas, ya sobrecargada, tiene menos tiempo para investigar historias reales de interés público, y muchos/as activistas tienen que dedicar un tiempo valioso que podrían emplear de forma más productiva ayudando a las comunidades con las que trabajan.

“La avalancha de desinformación ya ha desbordado a los medios de prensa, sobre todo si se tiene en cuenta que la mayoría apenas consigue pagar sus facturas», afirmó Asad Baig, de Media Matters for Democracy, organización fundada por periodistas para promover los derechos de los medios de comunicación en Pakistán. “El hecho de que Meta haya puesto fin a sus limitados esfuerzos de verificación de datos no solo se traduce en gastos y presión adicionales para los medios, sino que también representa un peligroso cambio en el equilibrio de la credibilidad en línea”.

“Cuando Twitter se volvió X, eliminó en silencio las herramientas que utilizábamos para rastrear y frenar rumores falsos durante las elecciones”, explicó Zaituni Njovu, de Zaina Foundation, Tanzania. “Dedicamos horas a rastrear mentiras sobre mujeres periodistas que no fueron señaladas a tiempo. Y cuando Meta dejó de realizar verificación de hechos por parte de terceros en enero, las publicaciones falsas que calificaban a las mujeres periodistas como "enemigas del Estado" se difundieron sin control en Facebook e Instagram. Ahora tenemos que revisar todo nosotros/as mismos/as, lo que nos quita tiempo para apoyar a nuestras comunidades”, agregó.

Para Jalal Abukhater, de la organización de Palestina 7amleh – The Arab Center for the Advancement of Social Media, los cambios de X implicaron la pérdida de un canal de comunicación esencial con la plataforma para plantear sus inquietudes en un momento crítico: “Cuando Twitter se volvió X, muchos de los cambios ocurridos en ese período implicaron la imposibilidad de comunicarnos directamente con la empresa en relación al discurso cada vez más hostil y violento que se desarrolló en hebreo en la plataforma, sobre todo las incitaciones contra la gente de Palestina, y que a menudo generó daños en el mundo real”, explicó. 

FLAME, una organización dedicada a defender los derechos sexuales y de género en Taiwán, tiene una experiencia similar. «Tras el cambio de política de Meta, se ha vuelto mucho más difícil verificar o señalar contenidos a tiempo», afirmó Mallie Hsieh, miembro de la organización. Hsieh añadió que esto va de la mano de algunos intentos de desestabilizar la democracia en su país y mencionó las publicaciones virales misóginas y llenas de odio de 2022, según las cuales las mujeres soldado de Taiwán habían sido capturadas durante un ejercicio militar chino, como ejemplo del tipo de desinformación que los y las activistas tienen que contrarrestar en internet. Según Hsieh, no se trata solo de ataques de género para intimidar a las mujeres, sino de ataques que «socavan la soberanía democrática de Taiwán».

Verificación de datos y “libertad de expresión” 

Si bien algunas organizaciones como Media Matters for Democracy y Jinbonet, en Corea del Sur, se muestran más escépticas en cuanto al impacto que estaban teniendo las plataformas en la moderación de la desinformación al principio, la comunidad de activistas se muestra perpleja ante el hecho de que las plataformas afirmen que lo que está en juego es la “libertad de expresión”. Los y las activistas sostienen que este argumento es “hipócrita” y “engañoso” ya que no representa correctamente la manera en que funciona la libertad de expresión en una democracia. 

Lo que realmente está en juego no es la libertad de expresión, sino el modelo de negocio de estas empresas, que se basa en la extracción masiva de datos y la amplificación de contenidos polarizados para aumentar al máximo la participación y las ganancias”, destacó Balla.

“Los mecanismos de rendición de cuentas y la libertad de expresión son dos asuntos distintos”, explicó Rosa Kuo de Open Culture Foundation, también de Taiwán. “La idoneidad de un mecanismo – y el equilibrio que se establece con la libertad de expresión – se debe debatir por separado”. 

“Las plataformas afirman que todo tipo de responsabilidad amenaza la libertad de expresión y mientras tanto, eliminan regularmente contenidos, bloquean usuarios/as de forma encubierta y manipulan desproporcionadamente la visibilidad algorítmica en contra de las narrativas favorables a Palestina”, agregó Baig. “La aplicación selectiva no sólo es hipócrita, sino también estratégica. Lo que en realidad rechazan no es la censura, sino la supervisión”.

Balla se mostró de acuerdo: “Tenemos que recuperar el sentido original de la libertad de expresión como un derecho fundamental que permite la participación democrática y no como un escudo corporativo para eludir la responsabilidad”.

Sin embargo, frente al poder que ejercen las grandes empresas de tecnología, ¿cómo podemos recuperar ese “sentido original” de la libertad de expresión? ¿Cuál sería la mejor respuesta por parte de la comunidad de activistas? Y, ¿existe alguna alternativa viable a las grandes plataformas tecnológicas a la que se pueda recurrir?

La fuerza de la acción colectiva 

Los miembros de APC sostienen que es fundamental que las organizaciones trabajen juntas, ya sea para militar por un cambio político, o para realizar intervenciones prácticas en beneficio de las comunidades. Entre las propuestas, se habló de crear un equipo de respuesta rápida para denunciar los cambios políticos perjudiciales a medida que se producen, y hasta de organizar sesiones de formación cruzada con el fin de compartir consejos para luchar contra la desinformación, pasando por el desarrollo de herramientas educativas compartidas para equipar a las comunidades de base con los conocimientos necesarios para detectar la desinformación y militar por espacios digitales más seguros.

Para algunos grupos, la red de APC tiene una función importante a la hora de documentar los fallos en la gobernanza de las plataformas en diferentes regiones. “Tenemos que utilizar la plataforma de APC para documentar, registrar y amplificar el hecho de que estos contratiempos convergentes, que incluyen, entre otros, la desregulación de las plataformas, la extralimitación del autoritarismo y la interrupción de las financiaciones, está reduciendo colectivamente el espacio cívico”, afirmó Baig. “Vale la pena construir un registro compartido de pruebas, no solo para el activismo, sino también para modelar las futuras normas y resistir a las narrativas que enmarcan estos desarrollos como algo aislado u orgánico”. 

Aunque muchos consideran que, como red, APC puede fortalecer alianzas y plantear requisitos colectivos en los espacios globales, esta acción colectiva podría implicar la búsqueda de colaboradores/as fuera de la red, tal vez en lugares inusuales. Tanto 7amleh como Pollicy, un colectivo feminista con sede en Uganda que trabaja en el aprovechamiento de los datos para el bien social, consideran que las personas que trabajan en el área de la tecnología, en particular, son las aliadas naturales. “Nuestra defensa debe poner de relieve las malas condiciones laborales de quienes trabajan en tecnología, de cuyos beneficios dependen las grandes empresas tecnológicas”, afirmó Irene Mwendwa, de Pollicy. Para Abukhater, quienes trabajan en el área de la tecnología, junto con los y las responsables políticos/as, son “claves para este objetivo final”.

“Tenemos que seguir explorando todas las posibilidades y no colocar todos los huevos en una misma canasta”, sostuvo Abukhater. “Sí, es probable que nuestra forma tradicional de activismo con las empresas ya no funcione más, pero eso no significa que no tengamos influencia en esas compañías multinacionales. Creo que vale la pena explorar la vía de colaboración estrecha con las personas que trabajan en el área de la tecnología para ayudarles a coordinar y organizar sus capacidades, ya que son quienes están mejor posicionados/as para influir en el cambio”, agregó. 

Lograr que los gobiernos trabajen juntos

Es necesario que los gobiernos operen juntos en bloques regionales para asumir el poder de las grandes empresas de tecnología de manera efectiva. “Tratamos con empresas transnacionales, que son grandes corporaciones privadas, creando redes a fin de actuar y tener influencia tanto sobre el Estado como sobre la sociedad”, explicó Ana Claudia Mielke de Intervozes, organización con sede en Brasil, donde el Tribunal Supremo tuvo la iniciativa sin precedentes de bloquear a X porque se negó a cumplir con una de sus órdenes. “Es muy difícil actuar contra grandes poderes de ese nivel y ese alcance mediante la acción individual de algunos países.” 

“Lo que falta es una coordinación intragubernamental respecto a las más de 40 empresas de inteligencia artificial que hay en el mundo, más allá de las de redes sociales”, afirmó Mwendwa, quien también señaló la necesidad de contar con una colaboración internacional en el área de las regulaciones en África.

Las organizaciones consideran que la Unión Europea (UE) es un ejemplo de como lograr esa colaboración. “La normativa europea se ha ido convirtiendo en la normativa mundial – un fenómeno que se conoce como el ‘efecto Bruselas’”, señaló Byoung-il Oh, presidente de Jinbonet. Los ejemplos mencionados son la Ley sobre IA, la Ley de mercados digitales y también la Ley de servicios digitales de la UE, que según Abukhater han sido de particular utilidad para 7amleh en su búsqueda de formas de obligar a las plataformas a rendir cuentas. En respuesta a las intervenciones reguladoras de la UE, las gigantes tecnológicas han ofrecido resistencia, por ejemplo, retrasando el lanzamiento de servicios en Europa, o, en el caso de X, retirándose del Código de prácticas relativas a la desinformación, de adhesión voluntaria. Esta es una muestra de poder regulatorio, no de fracaso. 

Si bien la colaboración regional entre gobiernos es necesaria, Hsieh sostuvo que es importante dirigir los esfuerzos hacia la creación de un modelo de gobernanza multisectorial, generando espacios para que la sociedad civil participe en la supervisión de las gigantes tecnológicas. Hay muchas personas que están de acuerdo. “Lo más importante es que nosotros/as, al igual que la sociedad civil, a pesar de todos los desafíos y problemas, sigamos adelante y lideremos la elaboración de marcos de gobernanza futuros anclados en nuestras propias realidades”, sostuvo Baig.

La exploración de plataformas alternativas y la necesidad de apoyo político

Un gran problema para la comunidad de periodistas – así como para las organizaciones que trabajan con periodistas – es que las plataformas tipo X son esenciales para su trabajo. Baig puso el ejemplo de la desconexión de X en Pakistán a raíz de las elecciones nacionales, en febrero de 2024, arruinadas por las denuncias de fraude electoral. Al desconectar X, activistas y periodistas quedaron desconectados/as de un canal de monitoreo de noticias, participación del público y discurso público en tiempo real. “Para los y las periodistas, X funcionaba no sólo como herramienta para obtener y compartir noticias, sino también para verificar datos, dar mayor difusión a historias poco cubiertas e interactuar directamente con lectores y colegas”, afirmó. “En general, se considera que la suspensión de X, sobre todo después de las elecciones de 2024, ha sido una táctica para suprimir la disidencia y restringir la visibilidad de las voces independientes. Así, se redujo el espacio informativo y se perturbaron los flujos de trabajo de las redacciones y mesas de edición, sobre todo en entornos de información de ritmo rápido”, agregó. El servicio se restableció recién hace poco, tras una prohibición de 15 meses.

Como sugiere esta experiencia, uno de los problemas a los que se enfrentan las organizaciones es que necesitan interactuar, precisamente, en las plataformas principales. Para algunas organizaciones, esas plataformas suelen constituir la mejor forma de tener acceso a un público más amplio. “Nosotros/as fuimos quienes más notamos los cambios en X”, señaló Mielke. “Mucha gente ha abandonado la plataforma, hemos perdido algunos/as seguidores/as y el alcance de nuestras publicaciones ha disminuido. Antes, teníamos un crecimiento constante”, agregó.

Se mencionaron numerosas plataformas, algunas descentralizadas y otras no, para explorar como alternativas posibles. La lista incluye a LinkedIn y a la más conocida Mastodon – que GreenNet, una organización británica, miembro y fundadora de APC, además de operar sus servidores, considera importante pero “difícil de usar”. También hay que volver a considerar las opciones que ofrece la tecnología más básica, como por ejemplo, regresar a las alertas por SMS. Y es importante trabajar en estrecha colaboración con las radios comunitarias, que brindan alcance y acceso a muchas organizaciones de base. 

Pero no está claro qué es lo que realmente funciona para las organizaciones, o para el tipo de trabajo que llevan a cabo. Según Oh, “Aún no existe una alternativa clara a las grandes redes sociales”.

“Naver sigue siendo un importante espacio de comunicación en Corea, pero el propio Naver se puede considerar parte del ecosistema de los gigantes tecnológicos de Corea”, explicó Oh. “Hay una comunidad en Corea llamada Parti que se propone crear foros públicos alternativos, pero todavía no es una plataforma tan conocida”, agregó.

“Francamente, es bastante difícil”, comentó Kuo, y Hsieh comparte su sentimiento, aunque se mantiene optimista en cuanto a la posibilidad de que surja una alternativa: “En Taiwán, es difícil encontrar la forma de sustituir a las redes sociales internacionales debido a su dominio. Sin embargo, nos parece posible – con los recursos adecuados y con apoyo político.”

“Taiwán ha tenido varias plataformas locales como Dcard, Plurk y Discourse, y algunas que utilizan BBS [sistemas de carteleras de anuncios]. Estas plataformas han fomentado la confianza y la solidaridad dentro de comunidades más pequeñas, a menudo marginadas”, afirmó Kuo. “Aunque su alcance puede ser limitado, representan los primeros prototipos de espacios digitales basados en las relaciones”.

De todas formas, según los miembros de APC, los gobiernos también deben apoyar el desarrollo de alternativas tecnológicas a las principales plataformas aprobando políticas y reglamentaciones que las sustenten, como ya está ocurriendo en algunos países, donde el Estado apoya las redes de conectividad centrada en la comunidad.

“Se necesitan políticas públicas que permitan estructurar esos nuevos espacios, pero políticas públicas estatales basadas en el concepto de que la comunicación es un derecho humano y que no se puedan cambiar (o cancelar) según el capricho de cada gobierno”, señaló Mielke.

La necesidad de experimentar y volver a generar confianza

“No debemos dejar de trabajar en pos de este tipo de innovación”, afirmó Abukhater. “Hay muchas personas que se dedican a desarrollar plataformas centradas en los usuarios y usuarias, en lugar de explotarlos. Mientras tanto, debemos ser inteligentes a la hora de retirarnos de los espacios de las redes sociales existentes porque no se puede negar el alcance mundial de esas plataformas”, explicó. Ser “inteligente”, para la organización miembro de APC The Engine Room, puede significar no retirarse por completo de las principales plataformas. Por el contrario, la organización propone trabajar en diferentes plataformas y espacios comunitarios, según lo que cada uno/a ofrezca. Y se refiere a esto como trabajo en el “pluriverso”, señalando que “para aprovechar las alternativas, es posible que los/as usuarios/as tengan que adoptar formas de participación más lentas y experiencias más “low fi” con la tecnología”. 

“Se requiere imaginación, compromiso y esfuerzo colectivo”, explicó Balla. “No sólo existen alternativas a las grandes plataformas de redes sociales sino que, además, son necesarias. Puede ser que los modelos federados y descentralizados, como Mastodon y el más amplio fediverso, aún no ofrezcan el acceso masivo de las plataformas corporativas, pero representan una verdadera oportunidad de recuperar internet como un bien común y no un espacio de mercado”. Agregó además que, en América Latina, existe un movimiento creciente para “salirse del algoritmo” que abarca desde “podcasts y boletines, hasta eventos presenciales, grupos cerrados y plataformas federadas”.

A pesar de la curva de aprendizaje, tal vez algunas dudas y temores, y sin duda los desafíos del trabajo con plataformas alternativas, para GreenNet es importante al menos probarlas. “GreenNet ha estado utilizando Mastodon y ya hemos dicho ‘Gente de APC, les invitamos a utilizarlo”, señaló Ed Maw, integrante de la organización, que se autodenomina “la segunda persona menos experta en tecnología” de GreenNet y admite que es “una lucha entender” la plataforma. “Pero si la gente quiere configurarla, ahí está”.

Para Baig, es necesario que las organizaciones aprovechen este tipo de oportunidades. “Creo firmemente que el futuro de las redes sociales no consiste en una única plataforma o red infinitamente grande y controlada por una corporación, sino más bien una red de comunidades descentralizadas e interconectadas”, sostuvo.

“La idea de que miles de millones de personas se reúnan, hablen y sean gobernadas bajo un único techo algorítmico ya ha demostrado ser no sólo peligrosa, sino también insostenible”.

“Una conexión real no proviene solo de la escala, sino también de la confianza, la relevancia y la reciprocidad, cosas para las cuales las grandes plataformas nunca fueron construidas”, agregó.


Este artículo es fruto de la colaboración de numerosos miembros de APC, sobre todo del Sur global, a quienes se consultó sobre las repercusiones de los cambios recientes en la gobernanza de las grandes plataformas y las posibles alternativas y reacciones. Para obtener más información sobre el tema, puedes consultar este artículo, que compila diversos recursos y materiales recomendados por la red de APC durante el proceso de consulta. 

Las consultas fueron realizadas por Maja Romano en abril de 2025 y el artículo fue escrito por Alan Finlay.